Cuentos infantiles y estereotipos de género

Por: Susana Espinosa Abarca

La literatura y sus fines

La literatura no es indiferente, además de  concedernos alegría y esparcimiento, también  provee conocimientos acerca de nuestro entorno y  nos permite concebir y descubrir realidades atemporales. Las narraciones son un medio por el que se transfieren ideas, experiencias, formas de vivir, costumbres y creencias.

Los cuentos infantiles son un medio por el que las personas en su infancia entienden y se relacionan con diferentes eventos de la vida. Además de alentar la imaginación, fantasía y creatividad, permiten vivir a través de sus personajes diferentes aventuras, y experimentar sentimientos y emociones.

Regocijarse con el encanto de la narración,  fascinarse con la variedad de sucesos, circunstancias y proezas que viven los personajes no es el único cometido de los cuentos infantiles. Estas historias son además un faro de las tradiciones y costumbres de un lugar, revelan los valores, comportamientos e ideas de la sociedad  que integramos.

Los cuentos proporcionan comprensión y sensación de pertenencia e identidad; ejercen un papel importante en el desarrollo de las personas. Influyen en el desarrollo de la socialización y en la construcción de la personalidad que se edifica en los primeros años de vida. Se establece una identificación emocional involuntaria e irreflexiva con  los personajes y la historia. Por lo que, los cuentos poseen una significativa representación en la comprensión de la cultura y en el establecimiento de las relaciones sociales.

Cuentos infantiles y su influencia en la generación de estereotipos y roles de género

Así, las historias infantiles tienen una parte formativa e instructiva  toda vez que transmiten ideas, valores y creencias, cuando los personajes transcurren como modelos de niños y niñas, posibilitando conocer diferentes roles  sociales que les permitirán identificar y orientar su papel en el mundo que les rodea.

Muchos de los cuentos se encuentran sesgados con ideas sexistas y en ocasiones racistas. Tienen un embalaje de ideas, imágenes y representaciones estereotipadas de los personajes, de acuerdo a su naturaleza de mujer u hombre, transmitiendo  prejuicios y convencionalismos sociales.

Exponiendo características  masculinas de valentía, fortaleza, capacidad, seguridad, independencia, astucia e inteligencia.  No es raro ver al personaje masculino presentado como el salvador o héroe. Mientras, la protagonista se manifiesta  frágil, tierna, compasiva,  temerosa, y sobre todo dócil, servil, hacendosa e infatigable.  Si la historia llega a buen fin, entonces ella será rescatada de su infortunio, logrará ser amada y se convertirá por fin, en esposa y reina, y  así conocerá la verdadera y eterna felicidad; claro, después de  padecer, llorar y esperar pacientemente a que un temerario príncipe se percate de su mayor virtud, que a decir verdad no es su inteligencia, sino su belleza física. Virtud que despertará envidias y recelos entre otras mujeres, quienes generalmente  y a pesar del poder, autoridad y autosuficiencia que puedan tener, son brujas, feas  y/o malas.

Evidentemente, son estereotipos de género y estos distorsionan y adulteran la imagen de una persona en razón a su posición de hombre o mujer, disimulando de ésta manera el dominio de la figura masculina. Además de reforzar el  acatamiento y temor a la autoridad,  la difusión y asentimiento de la familia nuclear tradicional,  y la conservación de  las diferencias sociales y representaciones  de ideales patriarcales.

Mediante diversas prácticas, costumbres y objetos y de manera no intencional e  irreflexiva, condicionamos la identidad de los niños y niñas, reproduciendo estereotipos de género que producirán actitudes y conductas socialmente aprobadas y admisibles, pero que acaso  no proporcionan los recursos y oportunidades para decidir y alcanzar sus propósitos, y que ciertamente pueden limitar sus ideales y capacidad de hacer  frente a los retos de la vida.

Consideraciones finales

Precisamente en ello reside  la relevancia  de presentar a los niños y niñas  diferentes alternativas de relatos y anécdotas, además de los tradicionales; de tal manera que se les revele una oportunidad para la distinción, reflexión y elección, para reconocerse e identificarse entre un abanico de situaciones, circunstancias y personajes con  características alejadas de los estereotipos de género.

Que las niñas comprendan que existen otras opciones además de ser la frágil princesa de cuento en espera de su príncipe azul como proyecto de vida, y que los niños conciban que la fortaleza no necesariamente implica vivir  peleando  con monstruos y liberando princesas como una forma de declarar  autoridad y poder sobre ellas y de reafirmar su osadía ante el mundo.

Producir obras infantiles desde una perspectiva de igualdad no es el único  camino por recorrer.  Ser conscientes y responsables de las lecturas que proporcionamos a niñas y niños es también, una manera  de contribuir en su desarrollo y el trato igualitario entre las personas.

Pues como bien lo ha afirmado la literata canadiense Margaret Atwood “Las mujeres no son ángeles. Hay muchas mujeres distintas. Pero ese no es un motivo para no darles sus derechos. A los hombres no se les pide que sean ángeles para dárselos”.

Susana Espinosa Abarca, es Maestra en Programación Neurolingüística e Inteligencia Emocional por el Instituto Universitario de Desarrollo Transpersonal de Puebla. Cursó sus estudios de Licenciatura en  Psicología por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP). Es profesora-investigadora del Grupo Interdisciplinario de Investigación y Estudios de Género y Derechos Humanos y Coordinadora del Programa de Universidad de la Experiencia de la Escuela Superior de Derecho y Ciencias Políticas, en la Ciudad de Cholula, Pue.